Se quedó unos segundos sin decir nada, pasando las páginas de la Poética en una edición que a duras penas había soportado el paso del tiempo. Sus ojos se deslizaban por los rincones del texto con toda la vivacidad que le faltaba al resto de su cuerpo, como si hubiera decidido concentrar en ellos todo el vigor que necesitaba en ese momento de su vida.
—Aristóteles describe el mecanismo que sigue funcionando, y que hace que lleguemos a creer lo imposible verosímil, por encima de lo posible inverosímil. Ante el dilema entre razón y realidad, verosimilitud y verdad, elige lo primero. La apariencia de verdad en las cosas aunque en la realidad no la tengan. Lo verosímil sustituye a la noción de verdad porque no es verdadero sino posible. La verosimilitud es la noción con la que funcionan las narraciones, porque toda ficción crea una objetividad dentro de una realidad propia. La verdad estética está en ese paso de lo real a lo posible. Por eso, el arte te puede ofrecer un proceso ficcional, llevándote al mundo de los posibles para sentirte como uno de los personajes y que eso implique un proceso de conocimiento.
—En eso radica la catarsis, ¿no? Una purificación a través del arte, un mecanismo que nos plantea una situación en la que nos podemos sentir identificados, y nos empuja a cuestionarnos qué haríamos en esa situación. Pero ponerle un espejo al público no es fácil ni agradable. ¿Qué sintió la burguesía cuando se puso en escena La Traviata? El poder y la miseria del arte radica en que genera procesos reales a través de la ficción. Procesos vitales, emotivos, morales... a partir de la creación de un espacio y un tiempo diferente al cotidiano.
—Por eso, Aristóteles se pregunta si el objeto artificial puede superar al objeto natural. Es decir, si el arte y la ficción pueden mejorar la realidad. Y pueden hacerlo porque el arte abre el mundo de lo posible —sonrió levemente. Recordaba esa sonrisa. La conversación estaba desencadenando referencias lejanas en su cabeza, y ya nada la detendría—. Hay un soneto de Rilke, en la segunda parte de los Sonetos a Orfeo, que habla precisamente de esto. Él escribió esos sonetos pensando en una serie de tapices flamencos del siglo XV que estaban entonces en el Museo de Cluny, hoy Museo Nacional de la Edad Media de París. Cinco representan los sentidos y un sexto, para un sexto sentido, quizás titulado, si no recuerdo mal, À mon seul désir, algo así como «sólo por mi deseo». Y al final hace referencia a uno de los cinco, el sentido de la vista.
He aquí el animal inexistente.
Ellos no lo conocían y sin embargo lo amaron
en su andar, su porte, su cuello
y hasta en la luz de su mirar callado.
Realmente él no existía. Pero porque lo amaron,
llegó a ser un animal puro. Siempre le dejaron un espacio.
Y en ese espacio, claro y apartado,
levantó ligeramente la cabeza y apenas necesitó ser.
No lo alimentaron con grano,
sino sólo con la posibilidad de que existiera…
Recitando los versos de memoria, dejó que el silencio tomara cuerpo al final. Tuve la certeza de que esos versos desaparecerían con ella para siempre, cuando ya no estuviera.
—El poema sigue, no recuerdo exactamente cómo. Pero lo importante, es que el poema empieza con la presencia de la irrealidad en la conciencia. Lo vemos, y hay una emoción clave. Lo amamos, y «siempre le dejamos un espacio». Es el eros, el impulso artístico de la belleza, el amor que le da realidad a algo, que en realidad no la tiene. Como escribe Rilke, porque lo amaron, llegó a ser. La fantasía se alimenta de posibilidades, de fuerza creadora. De lo que hace cualquier persona que trabaja con la ficción: hacer espacio a algo para que sea, en un mundo posible por congruente. Para que funcione un mundo, no es necesaria más que la apariencia de verdad. Miguel de Mañara, un noble y filántropo español del siglo XVII, decía que el mundo es un engaño con apariencia de verdad. Lo verosímil va más allá de lo posible, con la condición de que sea creíble.
Una avispa enorme atravesó la sala en dirección a nosotros. Me levanté aterrorizado y reaccioné rápidamente para disfrazar el miedo, señalando la mochila que había dejado en el recibidor.
—Voy a buscar algo que te he traído.
Sin saber qué demonios le iba a traer, caminé pensando en que la noche se nos venía encima y yo seguía allí, recordando viejos tiempos y hablando con mi profesora de filosofía jubilada, en una casa que pronto sería inhabitable incluso para ella. Posiblemente era la actividad más inútil que se podía hacer para salir de esa con vida, siendo un desertor. Lo útil y lo inútil, de todas maneras, no iba conmigo. Como la inmensa mayoría de los que habíamos elegido esos estudios, yo era un desecho útil para perpetuar la reproducción del sistema mientras se mantuvo en pie. Bien mirado, todos éramos desertores. Lo habíamos sido antes de la crisis. Nuestra vida cotidiana siempre había sido una secuencia de deserciones hasta irse a la cama y buenas noches, mañana será otro día.
En un rincón advertí que lo que parecían provisiones eran más cajas vacías que se acumulaban. Algunos habían renunciado a dosificar el racionamiento, a alargar las horas y los días inútilmente. Sofía era el tipo de persona que tomaba decisiones así. Decidí rebuscar en la mochila una de mis latas de conserva. Volví y ella se negó varias veces, con gestos ostensibles. Parecía incluso molesta porque ofrecerle esa lata interrumpía nuestro diálogo. Ella siguió hablando, pero me habían asaltado tantos pensamientos de camino a la mochila, que me costaba prestar atención. Durante unos segundos sus palabras se mezclaron en un zumbido incomprensible, pero una frase me interpeló.
—La filosofía detiene el juego que llamamos vida para dejar de ser una pieza, y paga un precio por hacerlo.
👌👏👏👏persiguiendo quimeras algunos encuentran…
En una noche oscura, con ansias en amores inflamada ¡oh dichosa ventura! salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada.
A oscuras y segura, por la secreta escala, disfrazada, ¡oh dichosa ventura! a oscuras y en celada, estando ya mi casa sosegada. En la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía.
Aquesta me guiaba más cierto que la luz del mediodía a donde me esperaba quien yo bien me sabía, en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche, que guiaste! ¡Oh noche amable más que la alborada! ¡Oh noche que juntaste Amado con amada amada en el Amado transformada!
En mi pecho florido, que entero para él solo se guardaba, allí quedó dormido, y yo le regalaba, y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena, cuando yo sus cabellos esparcía, con su mano serena en mi cuello hería, y todos mis sentidos suspendía.
Quedé y olvidéme, el rostro recliné sobre el Amado; cesó todo, y dejéme, dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado.
https://youtu.be/VJUBMbUSxjg?si=JTodgh_hwCo9tcKj