La naturaleza escapa a la imagen: no podemos fotografiar su interior. De hecho, se presenta inmediatamente como voluntad. La concepción de la naturaleza que tiene Schopenhauer es teleológica. Para él, la naturaleza no actúa casualmente, lo hace construyendo una unidad, y los seres vivos actuamos dotados de una unidad anterior, que es la que nos empuja a actuar, más allá de nuestra conciencia de finitud.
Los dogmas cambian y nuestra ciencia es engañosa; pero la naturaleza no se equivoca: su marcha es segura y ella no la disimula. Cada ser está entero en ella, y ella está entera en cada ser. En cada animal tiene ella su centro; cada animal ha encontrado con seguridad su camino para entrar en la existencia y con igual seguridad lo encontrará para salir de ella. Entretanto, vive sin miedo de ser aniquilado y sin preocupaciones, sostenido por la consciencia de ser la naturaleza misma, y como ella, imperecedero. Sólo el hombre arrastra en conceptos abstractos la certeza de su muerte; pero esta certeza puede angustiarlo sólo en ciertos momentos, cuando por algún motivo se la representa en su fantasía, lo cual resulta muy extraño. Contra la voz poderosa de la naturaleza poco puede la reflexión. También en el hombre, como en el animal, que no piensa, prevalece como estado permanente esa seguridad originada en la convicción de que él es la naturaleza, el mundo mismo, esa seguridad en virtud de la cual a ningún hombre le intranquiliza sensiblemente el pensamiento de la muerte segura y nunca lejana, pues más bien todo el mundo continúa viviendo como si tuviera que vivir eternamente (…) Lo que ocurre es que todo el mundo posee esa certeza in abstracto y teóricamente, pero, como hace con otras verdades teóricas que no pueden aplicarse a la práctica, la deja de lado, y nunca la acoge en su consciencia viva.
Arthur Schopenhauer. El mundo como voluntad y representación, IV, 54.
A veces, ebrio de llantos y de amor,
como esos ríos que han vagado mucho
y desean ya perderse en el océano,
¡me hundía en tu plenitud, belleza del mundo!
En comunión con todos los seres,
felizmente lejos de la soledad del Tiempo,
cual peregrino que vuelve a la casa paterna,
así volvía yo a los brazos del Infinito.
¡Benditos seáis, sueños de la infancia,
me ocultabais la miseria de la vida!
Vosotros habéis engendrado los gérmenes del bien que hay en mi alma,
me dabais los bienes que ya nunca más conquistaré.
Oh Naturaleza, a la luz de tu hermosura
los frutos regios del amor se desvanecieron,
sin pena y sin violencias,
como las mieses en Arcadia.
Muerto está ya el mundo juvenil
que me ha nutrido y educado.
Aquel corazón no hace mucho pleno de cielo
está muerto y seco como el rastrojo.
¡Ah, la primavera vuelve a decirle a mis penas
su dulce canto consolador,
pero la mañana de mi vida se ha pasado,
la primavera de mi corazón está marchita.
La más ansiada ternura, condenada a un ayuno eterno.
Lo que amamos no es más que una sombra.
Para mí, la Naturaleza tan amiga murió
con los sueños dorados de mi juventud.
¡Pobre corazón, en aquellos dichosos días
nunca te sentiste tan lejos de tu verdadera patria.
Por más que busques, nunca volverás a encontrarla;
¡consuélate con verla en sueños!
- ORIGINAL -
Oft verlor ich da mit trunknen Tränen
Liebend, wie nach langer Irre sich
In den Ozean die Ströme sehnen,
Schöne Welt! in deiner Fülle mich;
Ach! da stürzt ich mit den Wesen allen
Freudig aus der Einsamkeit der Zeit,
Wie ein Pilger in des Vaters Hallen,
In die Arme der Unendlichkeit. –
Seid gesegnet, goldne Kinderträume,
Ihr verbargt des Lebens Armut mir,
Ihr erzogt des Herzens gute Keime,
Was ich nie erringe, schenktet ihr!
O Natur! an deiner Schönheit Lichte,
Ohne Müh und Zwang entfalteten
Sich der Liebe königliche Früchte,
Wie die Ernten in Arkadien.
Tot ist nun, die mich erzog und stillte,
Tot ist nun die jugendliche Welt,
Diese Brust, die einst ein Himmel füllte,
Tot und dürftig, wie ein Stoppelfeld;
Ach! es singt der Frühling meinen Sorgen
Noch, wie einst, ein freundlich tröstend Lied,
Aber hin ist meines Lebens Morgen,
Meines Herzens Frühling ist verblüht.
Ewig muß die liebste Liebe darben,
Was wir liebten, ist ein Schatten nur,
Da der Jugend goldne Träume starben,
Starb für mich die freundliche Natur;
Das erfuhrst du nicht in frohen Tagen,
Daß so ferne dir die Heimat liegt,
Armes Herz, du wirst sie nie erfragen,
Wenn dir nicht ein Traum von ihr genügt.
Friedrich Hölderlin (1795) An die natur (fragmento)