Schopenhauer distingue 4 ámbitos del principio de razón suficiente: de los objetos materiales, de los conceptos abstractos, del espacio y el tiempo, de las voluntades individuales. Por eso, el primer libro de Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente arranca —en un recorrido histórico— de Kant y la distinción entre “cosa en sí” y fenómeno:
“Con la aparición de la filosofía moderna se le ha contrapuesto [al materialismo] el idealismo, que ha ganado cada vez vez más terreno. Representado primeramente por Malebranche y por Berkeley, fue elevado por Kant a idealismo transcendental, el cual hace concebible la coexistencia de la realidad empírica de las cosas con la idealidad transcendental de las mismas, y de acuerdo con esto Kant, en la Crítica de la Razón Pura, entre otras cosas: «Entiendo por el idealismo transcendental de todos los fenómenos la doctrina según la cual nosotros les consideramos en conjunto como meras representaciones, y no como cosa en sí». Más adelante, en la nota: «El mismo espacio no es otra cosa que representación; por consiguiente lo que en él exista debe estar contenido en la representación, y en el espacio tampoco hay nada, salvo lo que está realmente representado en él».
Arthur Schopenhauer. Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente, I, 19.
El Mundo se nos da, se nos abre, pero se nos abre como una facticidad intuitiva, como un hecho a la intuición.
Decir que el mundo es Voluntad y Representación, es afirmar que pertenecemos a algo que representamos y a algo que no es representación. Por lo tanto, dice Schopenhauer, “ningún ser, salvo el hombre, se sorprende de su propia existencia”. Y en la medida que es así, somos un “animal metafísico”: necesitamos un conocimiento que desborde los límites posibles de la experiencia sensible, para tener una experiencia de lo que está detrás de la naturaleza y la hace posible.
El Mundo es mi representación. Esta es una verdad que tiene validez para toda esencia, que vive y que conoce. Aunque solo el hombre puede concebirla a través de la consciencia reflexiva, abstracta, y lo hace realmente, de modo que concebirla es ya poseer el sentido filosófico. Entonces le resulta claro y cierto que él no conoce un sol ni una tierra, sino solo un ojo que ve un sol y una mano que siente una tierra. Que el Mundo que le rodea existe solo como representación, es decir, solo en relación a un otro, al ser que se lo representa, que no es sino él mismo. Ninguna verdad es pues más cierta, más independiente de todas las demás y menos necesitada de prueba que esta. Todo lo que existe para el conocimiento, es decir, el mundo entero, solo es objeto en relación al sujeto, percepción del que percibe, en una palabra: representación.
Arthur Schopenhauer. El mundo como voluntad y representación. I, 1.
Fantásticas todas las aportaciones, Bari, Patricia y Fernando. No es por hacer publicidad pero estáis haciendo casi una introducción del próximo bonus, continuación del anterior.
Patrícia y Bari siguiendo con vuestra conversación.
Patrícia creo que pone el dedo en la llaga, al preguntarse todo aquello que escapa a mi conciencia soy yo? Pues Patrícia creo que efectivamente, habita en nosotros el Misterio, en Infinito, la Nada,creo que en el Silencio mental surge en algunas ocasiones una percepción ( y aquí me arriesgo a repaso de Diego, sobre si esta percepción es la misma a la que se refiere en el capítulo de hoy 🤗) Ese yo como representación consciente
creo que es solo una parte pequeña de lo que me constituye, el reto es ir descubriendo lo que escapa a mi conciencia y que además creo que viene dado según uno continúa profundizándose .
Abrazos