▶️ El ser humano no quiere ser engañado, pero que desconfíe no quiere decir que tenga una tendencia hacia la verdad. El ser humano tiende a aceptar las verdades o mentiras que necesita para continuar viviendo (ni demasiada verdad, ni demasiada mentira). Y eso es porque las dos convergen. Defendemos desengaños parciales, “verdades” parciales que se encubren en un engaño mayor constante: el lenguaje y la conciencia. El desengaño total sería el nihilismo.
Mira: ahí está la cueva de la Tarántula. ¿Quieres verla por ti mismo? Aquí cuelga su telaraña. Tócala, para que tiemble. Ahí viene dócilmente.
¡Bienvenida, tarántula! Tu triángulo y emblema se asienta negro en tu espalda y también sé lo que se asienta en tu alma. Venganza se asienta en tu alma. Allí donde muerdes, se forma una costra negra. Tu veneno da vértigos al alma con la venganza.
Por eso os hablo en parábolas a vosotros, los que dais vértigos al alma: predicadores de la igualdad, sois para mí tarántulas y vengativos encubiertos. Pero yo quiero sacar a la luz vuestros escondrijos, por eso me río en vuestra cara con carcajadas de altura. Por eso desgarro vuestra telaraña, para que vuestra rabia os lleve a salir de vuestras cuevas de mentiras y vuestra venganza salte, desde atrás de vuestra palabra justicia.
Pues que el hombre sea redimido de la venganza, es para mí el puente a la esperanza suprema y un arcoiris tras largas tempestades. Pero las tarántulas, por supuesto, quieren otra cosa. Que nuestra justicia sea precisamente que el mundo se llene de las tempestades de nuestra venganza. Así hablan entre ellas. Queremos practicar la venganza e injuriar a todos los que no son como nosotros. Esto se prometen a sí mismos los corazones de las tarántulas, y voluntad de igualdad. Esto ha de ser desde ahora el nombre de la virtud y queremos elevar nuestro clamor contra todo lo que tiene poder.
Predicadores de la igualdad: bajo la palabra igualdad, grita en vosotros la locura tiránica de la impotencia. Así es como se disfrazan con palabras de virtud vuestros más inconfesables apetitos tiránicos. En cada una de sus quejas resuena la venganza. En cada uno de sus elogios hay un ataque y ser jueces les parece la bienaventuranza.
Pero así os aconsejo yo a vosotros, amigos míos. Desconfiad de todos aquellos en quienes es poderoso el instinto de castigar. Ese es un pueblo de constitución y origen malos. Desde sus rostros, miran el verdugo y el sabueso. Desconfiad de todos aquellos que hablan mucho de su justicia; en verdad, a sus almas, no es miel lo único que les falta. Y si se llaman a sí mismos los buenos y justos, no olvidéis que lo único que les falta para ser fariseos es el poder. Amigos míos, yo no quiero que se me mezcle ni confunda con otros. Hay quiénes predican mi enseñanza sobre la vida, y al mismo tiempo son predicadores de la igualdad, y tarántulas. Que hablen en favor de la vida, aunque ellos mismos estén sentados en sus cuevas y apartados de la vida.
Estas arañas venenosas. Esto lo hacen porque quieren hacer daño. Estos quieren hacer daño a quienes ahora tienen el poder, pues entre estos últimos, sigue teniendo buena acogida la predicación de la muerte. Si esto fuera distinto, las tarántulas enseñarían algo distinto. Y precisamente ellas fueron en otros tiempos quienes mejor calumniaron el Mundo y quemaron herejes.
No quiero ser mezclado ni confundido con estos predicadores de la igualdad, pues así habla para mí la justicia: los hombres no son iguales.
Friedrich Nietzsche. Así habló Zaratustra.
▶️ Nietzsche llega a hablar del conocimiento como tautología (obviedad o redundancia vacía): descubrimos las cosas que hemos escondido antes. De esta manera, no es extraño que la realidad nos responda, porque es un sueño que hemos hecho a nuestra medida. Si volvemos a las nociones de verdad y mentira, no está hablando de un antropomorfismo; descubrimos, tanto en la verdad como en la mentira, cosas que habíamos colocado previamente. Y en este sentido, la regularidad que creemos encontrar en las cosas —es decir, las leyes— es una regularidad que hemos depositado nosotros.
Elaboramos el concepto prescindiendo de lo individual y real, y del mismo modo obtenemos la forma, pero la naturaleza no sabe de formas ni de conceptos, como tampoco de géneros; en ella sólo existe una x ala que no podemos acceder ni definir. Igualmente antropomórfica es nuestra oposición entre individuo y especie, que no procede del ser de las cosas, aunque no me atrevo a decir que no se ajusta a ella pues estaría formulando una afirmación dogmática y, en cuanto tal, tan indemostrable como su contraria.
¿Qué es, entonces, la verdad? Un dinámico tropel de metáforas, metonimias y antropomorfismos; en suma, un conjunto de relaciones humanas que, realzadas, plasmadas y adornadas por la poesía y la retórica, y tras un largo uso, un pueblo considera sólidas, canónicas y obligatorias; las verdades son ilusiones cuyo carácter ficticio ha sido olvidado; son metáforas cuya fuerza ha ido desapareciendo con el uso; monedas que han perdido su troquelado y que ya no son consideradas como tales sino como simples piezas de metal. Seguimos sin saber de dónde procede el impulso hacia la verdad, pues hasta ahora sólo hemos hablado de la obligación que ha establecido la sociedad para garantizar su existencia: la obligación de ser veraz; lo que equivale a decir: de utilizar las metáforas en uso. Por consiguiente, hablando en términos morales, sólo hemos prestado atención a la obligación de mentir, en virtud de un pacto, de mentir de una forma gregaria, de acuerdo con un estilo universalmente válido. Ahora bien, el hombre olvida esta situación y, por ello, miente de un modo inconsciente y a causa de un uso secular —y merced a ese modo inconsciente, esto es, a ese olvido accede al sentimiento de la verdad.
A partir del sentimiento de estar obligado a llamar «roja» a una cosa, «fría» a otra y «muda» a una tercera, se suscita una inclinación moral hacia la verdad. En oposición al mentiroso, en quien nadie confía y al que todos rehúyen, el hombre comprueba lo honorable, seguro y beneficioso que es decir la verdad. Desde ese momento, el hombre, como ser racional, somete sus actos al imperio de la abstracción; ya no se deja llevar por impresiones rápidas ni intuiciones pasajeras, sino que generaliza éstas convirtiéndolas en conceptos más pálidos y más fríos para uncirlos al carro de su vida y de su comportamiento. Todo lo que sitúa al hombre por encima del animal se debe a esta capacidad suya de volatilizar en esquemas las metáforas intuitivas, de disolver, en suma, las imágenes en conceptos (…)
En este sentido, cabe admirar el poderoso genio constructor del hombre, que es capaz de levantar sobre cimientos tan inestables (sobre una corriente de agua, por así decirlo) una catedral de conceptos extremadamente compleja: aunque, claro está, para encontrar apoyo en tales cimientos, esa construcción ha de ser una especie de tela de araña lo suficientemente flexible para acomodarse a las olas y lo bastante sólida para que no se la lleve el viento a placer. Como genio de la arquitectura, el hombre está muy por encima de las abejas, pues éstas construyen con la cera que recogen de la naturaleza, mientras que el hombre lo hace con conceptos, es decir, con un material mucho más frágil que ha de empezar por fabricarse él mismo. Esto es lo que hace al hombre digno de una gran admiración, y no tanto su inclinación a la verdad, al conocimiento puro de las cosas. Si alguien esconde una cosa detrás de un matorral y luego la busca en ese sitio y la encuentra, su descubrimiento no le da motivo para vanagloriarse demasiado; sin embargo, esto es precisamente lo que supone buscar y descubrir la «verdad» dentro del ámbito de la razón.
Friedrich Nietzsche. Sobre verdad y mentira en sentido extramoral.
En estos momentos creo necesario, con más razón que nunca (ese caluroso abrazo entre Trump y Milei ha sido inquietante...) , profundizar en el pensamiento filosófico como el de Nietzsche, con sus luces y sus sombras...Asistimos al espectáculo de medias verdades o de verdades instrumentalizadas todo el tiempo ...nos indignamos (supongo!)...pero queremos saber ?
"El sentimiento de la falta de valor se alcanzó al comprender que ni el concepto de "finalidad", ni el de "unidad", o el de "verdad" pueden utilizarse para interpretar el carácter de la existencia. Nada se persigue ni se consigue con ella; no hay una unidad global en la diversidad de los acontecimientos; el carácter de la existencia no es "verdadero", es falso. Sencillamente uno no tiene ninguna razón para convencerse de que existe un mundo verdadero. En resumen: las categorías "finalidad", "unidad", "ser", mediante las cuales otorgamos un valor al mundo las volvemos a recuperar -y ahora el mundo parece carecer de valor- (escritos de Nietzsche )
En una era nihilista, la verdad, sostiene Nietzsche, se devalúa junto con cualquier otro valor. Más allá de quedar debilitada estratégicamente por la propaganda , fusionada con el comercio, manipulada por demagogos oportunistas, la verdad- y sus primar hermanas: la honestidad, la integridad y la responsabilidad- no puede sobrevivir a la degradación y deterioro del valor..." Fragmento del libro de Wendy Brown "Tiempos nihilistas" .